Me senté en la hamaca tejida y la vi venir derechito hacia mí, comencé a sentir frío, estaba listo, entregado, muerto en vida, se paro frente a una pulsera trenzada y me pregunto el precio, no sé cuánto tiempo tarde en responder que se la regalaba. Me miro fijo como nunca más me han vuelto a mirar y me devolvió la sonrisa más fresca que vi, quedé inquieto y pálido, pude decir tantas cosas, pude preguntar, contar, hablar como un loro, nada, nada, nada salió de la boca que moría por nombrarla.
domingo, 20 de junio de 2010
fragmento
domingo, 13 de junio de 2010
solo ella sabe hacia donde van sus ojos
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